lunes, 27 de abril de 2009

El tiempo se cuela por rendijas en nuestras vidas. Se va y desaparece

Faltaron, faltaron. Faltaron unas cuantas. Veinte años sin vernos es mucho tiempo, y las vidas avanzan, tienden a complicarse, se llenan de obligaciones. En mi caso, ajena a estas cuestiones, el asunto se centraba en dar el salto y cubrir un gap de dos décadas y he de reconocer que tuve que coger impulso. Nos despedimos en unas fiestas de Iturrama en el momento que empezábamos a estrenarnos realmente en la vida. Yo me andaba todavía por los trece. En aquel tiempo, una cocacola conseguía el mismo efecto -o más intenso, incluso- que ahora tres copas de Brugalcola. Lo que son las cosas. El sábado, la cena de las niñas de clase del colegio se regó de vinito de bueno y de muchas risas. Después del pánico escénico al llegar, me relajé y me alegré profundamente de haber ido.
Compartimos once años de nuestra vida. Cada septiembre era un continuo recomenzar, desde los tres añitos, con la Hermana Carmen Sagasti hasta la adolescencia de granos y flequillos en forma de cascada con la señorita Nati. Era un "volver a empezar" estable y seguro, eso sí. No había cambios. Las niñas avanzábamos en bloque de 44-45 por los cursos de la EGB sin mayor problema. La A separada de la B siempre, alguna repetidora, alguna incorporación nueva, pero en esencia, las mismas niñas.
Son años que, sin embargo, no consigo clasificar del todo bien. El Instituto fue la apertura del cascarón (cómo eché de menos el uniforme de lentejilla, por dios, qué fácil resultaba tener decidida la ropa por las mañanas). ¿Lo mejor? El ambiente distendido, las primeras salidas, el futbolín del Reta, colarme en Reverendos, mi primer amor y sus manos con olor a gominola de regaliz... La universidad me pilló ya a medio camino de una madurez que llegó, quizá, demasiado temprana. Los años de la carrera fueron años bonitos, muy bonitos. Pero el cole... el cole queda lejos... me lleno de recuerdos que no consigo ordenar del todo bien. Felices, eso sí, sin ninguna duda. Y ahora, en este momento, muy presente en las caras de Virginia, Beatriz, Estela, María, Cristina, Cristina, Cristina (tres, sí, y faltaba alguna), Berta, Sara, Sofía, Humildad, Ana María, Silvia y Sandra.


Así que este inicio de semana estoy un poquito revuelta. Mis precipicios son más grandes reflejados en las vidas de mis ex-compañeras pero también mis logros se me hacen más reales. El balance de estos años es muy positivo, mucho. Y ahora, casi casi puedo verme en la habitación, frente al poster de George Michael, intentando imaginar qué sería de mi vida, escuchando (a oscuras) esta canción. Tiernita que está hoy una.

Virgina y Beatriz se tomaron muchísimas molestias para intentar localizarnos a todas y no ha debido ser tarea fácil. Espero que no pasen tantos años antes de que volvamos a vernos todas!... sobre todo porque dentro de 20 años ya tendremos... oh dios... No... no puedo proyectarme tanto... no puedo...!!

;)

2 comentarios:

Allendegui dijo...

Bea, me ha entando tu relato, sobre todo porque me ha traído recuerdos muy parecidos de aquellos tiempos de gominolas y regalices de palo. Muy bien contado.

Beatriz Jaso dijo...

Tremenda ilusión encontrarte aquí! Y eso que te tengo en mi Reader, que muy soy fan de Allendegui y que te sigo, te sigo (aún me estoy riendo con la definición de "legaña" de tu peque)
Un beso enorme desde Madrid!