domingo, 30 de noviembre de 2008

Como una página en blanco, pero en versión maleta

Recuerdo la llegada de esta maleta a mi casa, hace ya más de diez años. Me iba a Londres, me iba seis meses, y en aquella maleta tenía que llevar todo lo que fuera a necesitar. Hacer la maleta siempre implica un momento de "blanco". No sé cuántas maletas he hecho ya... Nueva York, Marruecos, Irlanda, Londres, París, Estambul, Israel, Bélgica, Suiza, Lisboa, Roma, Grecia, Praga, Venecia, Oporto... y más, y más. Sin embargo, el vértigo de la maleta vacía sigue poniéndome un poquito nerviosa.
Apenas dura unos segundos. Hay cosas que son muy difíciles de reemplazar (pienso en las lentillas, por ejemplo) pero exceptuando un par de cositas, el resto, todo, se puede conseguir. Es cuestión de dinero.

Me apasiona preparar un viaje. Se me pasan las horas buscando información. Encontrar el hotel perfecto requiere tiempo. Te obliga a meterte en el plano de la ciudad, decidir dónde quieres estar (El centro es seguro? Hay una zona muy cool más alejada que merece la pena? Alguna zona a evitar?) reduce la lista. Sin embargo, después, una vez seleccionados unos cuantos, hay que ver qué dice la gente, qué opiniones hay en la red. Una excéptica como yo necesita de unos cuantos "Fantástico! Hotel limpio, bien ubicado, servicio excepcional" para llegar a decidirse...

Parece que ya lo tenemos todo. A cinco días del viaje, tenemos el billete preparado, todos los vuelos internos comprados, los hoteles reservados, el plan diseñado al milímetro... y la absoluta tranquilidad de poder dejarnos llevar si el momento se pone en su punto :)

¿Destino? Argentina

jueves, 27 de noviembre de 2008

Nacimiento. Chof.

Mucho me está costando a mí esto. Llevo en la misma postura unos 45 minutos. Un algo así. Y ayer repetí escena. Y antesdeayer. El señor del Media Markt jadea a gritos desde la pantalla, y no, no me concentro.
Claro, que esta indecisión es normal. Pretendo abrir una ventanita al mundo para dejar rastro de estos días de mis treintaytantos y ya pongo caras y gestos a cada una de las frases que se me salen de los dedos. ¿Y si escribo alguna burrada y me la lee mi padre? ¿Y si es peor y me suelto y ya no me importan los ojos que se fijen en esto?
No sé, no sé. El control en asuntos de palabras no es lo mío. Me salto todos los límites y se me esfuman las vergüenzas. En fin. Experimento público. A ver qué sale.